CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO EL SECRETO FRATERNAL





EL SECRETO FRATERNAL *

Por: Leonora Acuña de Marmolejo

Cuando mi hermano y yo éramos niños, solíamos ir hasta la vera de la residencia de nuestro padre José Antonio, quien aunque hacía vida marital con una joven, continuaba soltero tras de divorciarse de mi madre cuando mi hermano y yo aún éramos unos niños de siete y cinco años respectivamente.
Al frente de la casa de mi padre quien no había vuelto a casarse -quizas para sentirse más libre y sin ataduras-, vivía una mujer alemana muy rubia, bella y donosa, quien era madre de una niña también rubia, espigada, muy afable y alegre, que tenía más o menos nuestra edad. Cada vez que mi hermano Eduardo y yo visitábamos la casa de mi padre, nos allegábamos a la vecindad para departir y jugar con Mariela, como así se llamaba “nuestra amiguita”.
Así fue pasando el tiempo de nuestra niñez y llegó el fogoso de nuestra adolescencia. Un buen día mi hermano descubrió que estaba enamorado delirantemente de Mariela. En cierta ocasión mi padre lo descubrió besándola allí en su antejardín. Entonces lo llamó a cuentas y le reveló el insospechable secreto: ¡éramos hermanos! Ya de “hombre a hombre” le contó, que había engendrado a Mariela allá en una playa de Murcia, España adonde (tras de divorciarse de mi madre) había ido de vacaciones en un verano, con el propósito de conocer a La Madre Patria ; que en un lugar de recreo para turistas había conocido a quien vino a ser la progenitora de esa niña, y quien un poco más adelante se había trasladado aquí a los Estados Unidos con el propósito de que su hija -aunque no supiera la verdad-, creciera cerca de él como una figura paterna. En consideración a que las dos mujeres -la mujer de mi padre y la madre de Mariela- eran vecinas, todos habían optado por guardar el secreto, a fin de llevar una vida “libremente armoniosa”.
Cuando mi hermano en el colmo del despecho y la desilusión, le comunicó a Mariela la terrible verdad, ésta se negó a creerlo pues no entendía cómo siendo ella tan rubia, pudiera ser hermana de un muchacho tan “prieto” como lo era Eduardo. A mí me pasó lo mismo pues también era trigueña aunque un poco menos que mi hermano. Luego del primer impacto, pudimos reconocer ciertas similitudes entre Mariela y nosotros, como por ejemplo: los ojos un tanto hundidos, y el mentón dividido.
Huelga decir que tras de la paradógica, triste pero a la vez feliz noticia, mi hermano dejó de cortejar como hombre a Mariela; mas logró llegar a quererla con un amor fraternal, limpio y puro. Como algo irónico, mas adelante fue su padrino de bodas…


Así terminó “El Secreto Fraternal”…

* Cuento del libro “Fantavivencias de mi Valle”. 2012